El inventor de las servilletas fue el mismísimo Leonardo da Vinci. Según Pietro Alemanni, embajador florentino en Milán, la invención tuvo lugar en julio de 1491, cuando Leonardo se trasladó a la citada ciudad italiana y entró al servicio de Ludovico Sforza, duque de Milán y embajador de Florencia, como pintor, escultor y arquitecto, además de ingeniero, inventor e hidráulico.
En casa del señor Ludovico, existía la curiosa costumbre de atar conejos a las sillas de los comensales para que éstos pudiesen lavar sus manos con el lomo del animal. Cuando no se empleaban conejos, los invitados acostumbraban a limpiarse con el mantel, de modo que era necesario lavarlo cada vez que se organizaba una reunión gastronómica.
Esas prácticas no le hacían demasiada gracia a Leonardo da Vinci, quien, preocupado por la ausencia de modales en la mesa, en una de las ocasiones puso un paño individual para que cada comensal lo utilizara a la hora de limpiar sus manos. No obstante, éstos usaron la servilleta para todo menos para asearse: algunos se sentaron sobre ella, otros la emplearon para envolver la comida y hay quien incluso se dedicó a jugar con ella. De modo que el primer intento por emplear servilletas en la mesa fue todo un fracaso.
Contra todo pronóstico, su uso fue normalizándose poco a poco, hasta llegar a la situación actual, en la que no hay comida sin servilletas… o no debería.
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