El famoso gato del “aquí hay gato encerrado”.
Bien, en realidad no se trata del gato de la locución mencionada, pero sin duda se trata de un gato famoso.
Con él se pretende ilustrar uno de los muchos fenómenos de la mecánica cuántica que parecen ir en contra del sentido común: los estados intermedios.
Así es, en el mundo subatómico es un hecho bastante común hablar de un estado intermedio entre dos o más estados hasta el momento de efectuar una medida. Para ilustrar las diferencias entre interacción y medida en el campo de la mecánica cuántica, a Erwin Schrödinger se le ocurrió el siguiente experimento imaginario:
Supongamos un sistema formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato, una botella de gas venenoso, una partícula radiactiva con un 50% de probabilidades de desintegrarse y un dispositivo tal que, si la partícula se desintegra, se rompe la botella y el gato muere. Al depender todo el sistema del estado final de un único átomo que actúa según la mecánica cuántica, tanto la partícula como el gato forman parte de un sistema sometido a las leyes de la mecánica cuántica.
Al cabo de un tiempo no sabemos si el gato está vivo o muerto. Lo más que podemos hacer es aventurar probabilidades (cuanto más tiempo pase más posibilidades de estar muerto), pero mientras no abramos la caja, el gato está en un estado tal que está vivo y muerto a la vez.
En el momento en que abramos la caja, la sola acción de observar al gato modifica su estado, haciendo que pase a estar solamente vivo, o solamente muerto. Esto se debe a una propiedad física llamada superposición cuántica.
Viene a decirnos Schrödinger que la realidad en el mundo cuántico, es en último término producto de la observación.
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